Basilio Paraíso

Regeneracionista comprometido con las clases empresariales, Basilio Paraíso fue un un firme defensor de la innovación, el desarrollo y la educación como pilares del crecimiento y de la prosperidad. Creó y participó en el nacimiento de muchas empresas, algunas de las cuales perviven, como la fábrica de cristales La Veneciana o Heraldo de Aragón. 

Siempre abogó por el libre mercado y fue un gran impulsor de la internacionalización de nuestras empresas.

Su compromiso personal le llevó a desempeñar diferentes cargos públicos, como Diputado Nacional o Senador Vitalicio. También fue Concejal del Ayuntamiento de Zaragoza.

En 2008, la ciudad le recordó por su empuje y su coraje en la organización de la Exposición Hispano-Francesa de 1908, de la que fue su presidente. Un hombre práctico y pragmático que vivió con humildad y obtuvo, en vida, el reconocimiento unánime a su esfuerzo y dedicación en favor del bien común.

Un agudo sentido para los negocios

Basilio Paraíso Lasús (Laluenga, 1849-Madrid, 1930) es uno de tantos alto-aragoneses que llegan a Zaragoza a “labrarse un porvenir”.

Hijo de maestro, estudia para médico pero pronto queda deslumbrado por lo que supone la moderna industria del vidrio, espejos y cristales.

Pionero en España de modernas técnicas, su empresa, “La Veneciana”,  abre en 1876.

Se asocia primero con Tomás Colandrea, y luego continúa independiente desde 1880, viajando antes a Burdeos y Bruselas para informarse de aspectos técnicos y comerciales.

La empresa alcanza en menos de diez años de éxitos una gran expansión: tiene 400 agentes en toda España en 1885. Vinculada a la francesa Saint-Gobain, cuando en 1925 se transforme en sociedad anónima, el 90 % del capital (6 millones) le pertenece.

Trasladará su sede a Madrid, con nuevos sistemas de fabricación e intensas exportaciones a Portugal y Marruecos y además de la fábrica de Zaragoza (con 300 obreros) surgen las de Sevilla, Madrid, Pamplona y Murcia.

Ese es su principal legado empresarial propio.

Jean-Claude Vanhille-Lité ha destacado cómo “su agudo sentido para los negocios y un certero instinto le llevó a hacerse accionista de las compañías Tranvías de Zaragoza, Compañía Aragonesa de Minas y Banco de Aragón.

Participó en la creación del diario republicano Heraldo de Aragón en 1895.

Durante el reinado de Alfonso XIII, el gobierno presidido por Romanones le confió la vicepresidencia de la Junta de Subsistencias que disponía de amplios poderes en materia de precios, producción y comercio.

Fue miembro de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (28-1-1891) y del Ateneo de Zaragoza [que preside de 1889 a 1891], y obtuvo el insigne privilegio de ser condecorado con la Legión de Honor (se trata de la condecoración francesa más prestigiosa) con ocasión de la Exposición Hispano-Francesa”. También le califica de “catalizador de la nueva clase burguesa emprendedora intersecular”.

En efecto, además de a las empresas citadas, estaba vinculado a Electra Peral o la Nueva Azucarera… Forcadell comentaría cómo su testamento informa que tiene depositados en el Banco de España acciones mineras, alcoholeras, ferrocarriles, tranvías, metalúrgicas, eléctricas, editoriales…

Impulsor y presidente de la Cámara de Comercio

En cuanto a su labor socioprofesional, desde 1887 (año siguiente a su creación) participa activamente en la nueva Cámara de Comercio e Industria (y desde 1889 preside el Centro Mercantil). En aquélla ocupará cargos y representaciones, y la dirige veintiséis años, de 1893 a 1919. 

Su opinión es muy respetada (aunque republicano, no mezcla la política con los intereses del sector) en numerosos asuntos; asiste a la Exposición de Barcelona de 1887, a la Asamblea de Cámaras en Madrid de 1891, es Secretario del Congreso Mercantil de Madrid (1892), solicita en 1894 tratados de Comercio ventajosos, pertenece al Patronato de Artes y Oficios, visita Escuelas de obreros en Francia y Bélgica, media para que Londres importe “los vinos claretes y borgoñas de este país”; lucha por mejores tarifas ferroviarias para el vino, cereales y harinas, y contra la vigente inspección tributaria.

Su extraordinario protagonismo en la vida española tiene lugar a finales de noviembre de 1898, cuando preside en Zaragoza una gran Asamblea de las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación de toda España. 

Paraíso, recuerda Valenzuela, en 1898 frisaba en los cincuenta años “y era un hombre de aventajada estatura, muy enjuto de carnes y de nerviosos y desacompasados ademanes; su rostro vivo y agudo aparecía coronado por una negra y crespa cabellera; brillaban las chispas de los ojos a través de sus lentes de oro, y la nariz aguileña colgaba sobre la barba mefistofélica”.

La Exposición Hispano-Francesa de 1908

Todas las miradas están puestas en lo que ocurre, se dice, se discute en Zaragoza a fines de 1898. La España “sin pulso” de Silvela quiere recuperar aliento y es Paraíso quien capitaliza e impulsa el gran movimiento de respuesta al “Desastre”, que contacta con el de las Cámaras Agrarias aragonesas dirigido por Joaquín Costa y el de las clases propietarias castellanas de Santiago Alba. Fue militante del partido republicano progresista, aunque al final de su vida fue diputado liberal en varias legislaturas.

Principal organizador de la Exposición Hispano-Francesa de 1908, ocasión de engrandecimiento urbanístico y artístico de la ciudad de Zaragoza. Ello le valió ser designado por el Ayuntamiento Hijo Adoptivo de Zaragoza y por el Gobierno senador vitalicio. Rechazó ser nombrado por el Rey Marqués del Ebro, aunque no la Gran Cruz de Carlos III.

Un mercado global

Elegido concejal del Ayuntamiento de Zaragoza en 1909, viajero a Marruecos en 1910 e impulsor ese mismo año del Museo Comercial, poniendo en 1911 todo su influjo personal en que se dictara una ley que impusiera la agremiación forzosa a las Cámaras y que garantizase a estas los recursos indispensables para su subsistencia; abogando en 1912 por la reforma de los estudios de Comercio, activo en asuntos económicos como la crisis azucarera o los tratados de Comercio informando en especial los de Portugal.

Ante las consecuencias económicas de la Guerra Mundial, escribe Valenzuela, “se apresuró, en aquellos primeros días de agosto de 1914 en que parecía arder el mundo por sus cuatro costados, a convocar a la Cámara de Comercio de Zaragoza, y de este organismo salió el primer voto por la neutralidad española. Fue aquella la demanda inicial que reclamó nuestro alojamiento de la conflagración mundial y que luego fue secundada por la opinión y observada forzosamente por los gobiernos, lo que salvó a nuestra nación de una ruina cierta y fatal”.

Siguió luchando por el problema de los puertos francos, representando en 1916 a las Cámaras en la Junta Central de Subsistencias, y, finalmente, tras ser elegido presidente de las Cámaras españolas, dimite a comienzos de 1919 de la presidencia de la de Zaragoza, que le designa presidente honorario. Ya residiendo de modo permanente en Madrid, será vocal del Consejo Superior Ferroviario en 1922, a la vez que las Cámaras le hacen su representante en el Consejo de Administración del Banco de España. Ya en la dictadura, el Gobierno le otorga la Medalla del Trabajo en 1924.

Ardiente defensor de todo lo aragonés

Basilio Paraíso murió en Madrid el 29 de abril de 1930. Y nunca se había olvidado de su tierra, en la que fue símbolo de prócer. Como ha escrito su principal biógrafo, José García Lasaosa, “fue un ardiente defensor de todo lo aragonés, cuyo pasado definía como una permanente lección, no considerando admisible el descuido que en las escuelas se tenía sobre la lectura y explicación de la historia aragonesa”.

Paraíso, afirma Moneva, “ni de palabra ni por escrito zahirió a nadie nunca. Se caracterizó por generoso y desprendido; gastó siempre poco en su persona. Tuberculoso desde joven, cuidó poco su salud, y aun así murió octogenario. Fue elegante siempre, lo daba su estatura, su tipo delgado, la austeridad de su traje; nunca lujoso; rehuyó las condecoraciones…”] Su gran autoridad moral en el sector al que se honró siempre en pertenecer, hizo de su nombre un emblema.

Un bello monumento que ocupó una esquina de su actual plaza, en el comienzo de lo que fuera el Paseo de Pamplona, reposa hoy en un rincón del Parque Grande de la Ciudad, acaso esperando una resurrección de interés y cuidado y quizá más adecuada ubicación. Además, la ciudad dedicó su nombre a la plaza hoy más céntrica y que quizá refleja mejor la modernidad, los poderes políticos, económicos, sociales y culturales. Porque en su trayectoria se resumen muchas vidas semejantes, de ascenso social desde humildes orígenes, de esfuerzo denodado, de generosidad para con su tierra, de representación con orgullo de sus intereses.

 

 

Eloy Fernández Clemente

Bibliografía

Basilio Paraíso: Una vida dedicada a impulsar el desarrollo económico de Aragón

Bibliografía específica

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Fundación Basilio Paraíso

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